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14 mar 2010

Visita a la República Democrática del Congo.Fin de semana

Bueno, bueno, bueno, pues acabo de hacer la mochila porque mañana por fin me voy al Este. Acabo de hablar con el responsable y me ha confirmado que el avión está reparado, así que por fin salgo de Kinshasa. Me tengo que levantar a las cinco de la mañana para que me lleven al aeropuerto, así que me acostaré pronto que ya me conozco.

Pues resulta que el fin de semana ha sido muchísimo más entretenido de lo que me esperaba. Ayer sábado estuve vagueando por la mañana y tomando algunos apuntes de lo que voy a contar en el informe. Después de comer espinacas rehogadas con atún, patatas con carne y, cómo no, arroz, me fui con el sudafricano a beber birras al bar. Este tipo es una puta esponja, así que a las seis de la tarde nos habíamos bebido ya unas cuantas y mi inglés empezada a ser fluido. Tengo un lío de cojones en la cabeza. A las siete y media habíamos quedado con David Haselhoff, el italiano seminarista y el costamarfileño pocas palabras para ir a cenar a un buffet. David Haselhoff, en su solemne magnanimidad, había invitado a sus antiguos empleados a cenar y nos preguntó si queríamos unirnos. Así que para allá nos fuimos. Llegamos a un restaurante muy bien puesto, donde ya esperaban los cuatro empleados, con sus cuatro esposas. He de decir que las congoleñas (y los congoleños) tienen bastante estilo, y dos de las cuatro eran unos auténticos pibones.

La comida estaba realmente buena. Era un buffet variado y fui probando cada plato. Pescado hecho en hoja de plátano, pollo, costillas de cerdo, larvas de lombriz, morning glory rehogada, etc. Las larvas tenían bastante sabor. El caso es que no era nada asqueroso. Una vez apurado el buffet hasta el último botón del pantalón, como buen “cometodoloquepuedassihaspagadounpreciofijoaunquevayasareventar”, me salí con el sudafricano a echar un piti. En ese mismo momento, llegaba una comitiva muy numerosa, encabezada por tres damas de honor con unos trajes africanos preciosos. Daban paso a los novios, que iban bien cogiditos de la mano. Por el caché del local, las pintas del fulano, y lo que vino después, dedujimos que se trataba de un milloneti congoleño. La mujer llevaba un vestido rosa muy aparente y parecía que tenía unos cuantos años menos que él. Detrás de la pareja, dos muchachas muy lustrosas y dos viejetes con americanas de lo más horteras completaban el grupo. Y detrás todos los invitados, más o menos distribuidos por edades. Los niños y las niñas entraron los últimos y la orquesta comenzó a tocar un ritmo bastante bonito, y toda la gente se puso a bailar al unísono. Por lo que me contaron, es tradición entrar bailando al convite.

Se sentaron todos. Un tipo, que según me informaron, es un pastor evangelista que sale dando misa en la televisión, empezó a hablar de su gran amigo el novio, de lo buena persona que era y todo eso que se dice en estas ocasiones. Después, pidió una bendición para los novios. Toda la gente se dio la mano y cerraron los ojos. Así estuvieron unos cinco minutos, realmente concentrados. La ceremonia terminó y la orquesta empezó a tocar de nuevo.

Y nos volvimos al albergue. Me acosté viendo una peli bastante decente que se llama Los Falsificadores. Más de lo mismo con el tema de los judíos y los nazis, desde el punto de vista de un falsificador judío fino fino que logra un trato de favor gracias a su destreza falsificando libras y dólares.

Esta mañana me he adobado a dos chicas españolas muy majas de la Cruz Roja, al gabacho guatemalteco y a un holandés cincuentón con pinta de explorador, y nos hemos ido a una reserva protegida a ver a los bonobos, que son familia de los chimpancés, pero más pequeños. Ha sido una auténtica pasada. Solamente se encuentran en libertad en la margen izquierda del río Congo, y en los últimos años, debido a las guerras, a la caza ilegal para su venta o simplemente para comérselos, su población se ha visto seriamente mermada. En la actualidad se encuentran en peligro de extinción. Son unos primates de lo más curioso: son muy amigables, tienen una expresión que recuerda mucho a la de un humano y resuelven todos sus conflictos follando. Cuando están nerviosos o ante alguna situación de tensión, los machos se frotan los genitales con los machos, las hembras con las hembras, y los machos y las hembras copulan en plan orgiástico. Además, es una sociedad matriarcal, por lo que son las mujeres las que dirigen y controlan al grupo. Ya sé que lo estáis pensando: yo también quiero ser un bonobo.

El santuario se encuentra a una hora en coche de Kinshasa. Hemos llegado por una carretera de barro, con cientos de personas que aprovechaban el domingo para vender todo lo imaginable. Salta a la vista que la gente está realmente jodida, aunque derrochan un colorido y una vitalidad difícilmente observable en Europa. Tras pasar un par de barreras de seguridad, hemos llegado al santuario de los bonobos, un vergel lleno de blancos un tanto artificioso. El recorrido rodeaba la zona en la que se encuentran los bonobos, que se acercaban a saludarnos y nos seguían por todo el recorrido. Al final de éste, había una estancia reservada para las crías huérfanas. Las que han perdido a sus padres tienen muy difícil su integración, por lo que tienen que estar apartados con madres de adopción, que son mujeres que les dan el biberón y les cuidan como si fueran sus hijos. La verdad es que viendo a estos bebés, el que a día de hoy niegue la teoría de la evolución está para que lo encierren. Me quedo con un sentimiento un tanto contradictorio, ya que estos bonobos están mejor alimentados que la mayoría de la población.

Así que ha sido un buen fin de semana. Ya he preparado todo y mañana cambio totalmente de entorno. En Bukavu me estarán esperando los coordinadores de la ONG congoleña que ejecuta el proyecto. Los próximos tres días prometen ser emocionantes.

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