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11 ene 2012

La paradoja del capitalismo


Hace tiempo que me pregunto si estaré perdiendo facultades. Supongo que nos pasa a todos los que tenemos una edad, por ridícula que sea. El caso es que entre multitud de días en la Universidad, nunca olvidaré el primero. Normal, diría Punset. "El cerebro es un sabio seleccionador de recuerdos".

Nuestros profesores nos recomendaron ciertos libros indispensables. El más gordo y el más caro era el de Microeconomía. Lo había escrito un tal Stiglitz y valía 8.000 de las "antiguas pesetas", como diría mi abuela. Este señor, que años después se cayó del caballo como San Pablo y renegó de toda su mierda, definía el capitalismo como "el orden social que resulta de la libertad económica en la disposición del beneficio a partir de la propiedad privada". Bonito, cumbre de toda una lucha. Oferta y demanda, libertad para los hombres ante un modelo contrapuesto, ante el muro del comunismo.

Eran otros tiempos. Había palos y subterfugios, conquistas y colonialismo. Los políticos tomaban decisiones relevantes. Gorbachov decidió, y Reagan y Thatcher también lo hicieron. La desrregulación salvaje y la tecnología convirtieron el producto en humo, y el dinero físico en montones de números virtuales viajando a la velocidad de la luz. Todo rincón de la tierra fue alcanzado con sus ramas, y sus raíces yacieron impunes en paraísos escondidos. Cuando los políticos se quisieron dar cuenta, sus armas legisladoras no tenían pólvora para frenar tanta horda privada. Globalización...

Hoy, el modelo estudiado hace aguas. Su sostenibilidad, impensada, camina por una cuerda inestable. Los que tenemos arnés nos vamos salvando, y los que no, caen al vacío en infinitos escorzos.

El 2011 nos trae datos crudos. La libertad anhelada toma forma de monopolios, duopolios y oligopolios. 500 multinacionales controlan el 51% del PIB mundial. 200, el 27%. No hay más que pensar en lo más cercano. Google, Coca-cola, Nike, Apple, Telecinco, Antena 3, Santander, Real Madrid, F.C. Barcelona o Carrefour. La concentración crece cada vez más, y con la crisis, la ley de la selva, la selección natural que reza aquello de "el pez más grande se come al más pequeño", animaliza nuestra humana superioridad.

Y detrás de cada emporio, personas. El pasado año, Rolls Royce batía su récord en ventas mientras que la pobreza extrema aumentaba en todos los países del mundo, incluso en aquellos enjambres de bienestar construidos a base de "libertad". 90.000 privilegiados con arnés de oro detentan el 5% de la riqueza mundial.

Quizás sea nuestra naturaleza. Localizar cebras heridas. ¿Eslabón más o culmen de la evolución?. ¿A hostias aprenderemos a cooperar y a compartir, o nos extinguiremos como dinosaurios inadaptados?

El caso es que ese libro, que jamás volveré a leer, se dejó muchas cosas en el tintero. Cada día que pasa, ese "orden social" se parece más a la película de los Inmortales. Porque, llegados a este extremo, "sólo puede quedar uno"...