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9 mar 2010

Visita a la República Democrática del Congo. Día 2

« La misión que deben cumplir en el Congo los agentes del Estado es muy noble. Deben continuar con el desarrollo de la civilización, inspirándose directamente en Berlín y Bruselas. Enfrentados cara a cara con la barbarie primitiva, deben luchar contra costumbres sanguinarias. Deben acostumbrar a la población a las leyes generales, y la más saludable de todas es, sin duda, la del trabajo”.

Esta joyita de discurso, que guarda curiosas similitudes con el “arbeit macht frei” nazi, fue pronunciado por el Rey Leopoldo (el mayor genocida documentado de la historia moderna) en 1898.

Tras esta breve nota introductoria, que seguramente nos ayudará a ponerle un nombre a ese ser invisible del que os hablaba ayer, voy a contar cómo ha sido mi jornada.

El día se ha levantado gris y bochornoso. Tras el desayuno en el albergue católico en el que nos alojamos, me he vuelto a poner la única camisa que he traído (quiero romper una lanza por los productos Día, porque el desodorante “silk” es buenísimo) y me he ido a la Delegación de la Unión Europea. A las 8.30 tenía una reunión con una tipa, que me ha estado contando la intrahistoria de uno de los proyectos que evalúo. Los antecedentes son los siguientes:

1.Tras años de conflicto, existe un periodo de frágil estabilidad en el país.

2.La ONU lanza un programa de 6 meses en el que trata de integrar en el mismo bando a los grupos rebeldes y al precario ejército congolés, distribuyéndolos en 15 brigadas por todo el país.

3.La situación de tremenda precariedad de estas brigadas, que llevan a cuestas a sus familias, levanta la alarma de un nuevo conflicto.

4.Ante las críticas crecientes de la opinión pública internacional, desde la UE y la ONU se intenta paliar esta situación mediante dos intervenciones: por un lado, para asegurar que los soldados reciban su salario, se les entrega directamente su paga sin que el dinero pase por la corrupta cadena de mando. Por otro, se intenta dotar a las brigadas dispersas por todo el país de unas condiciones de vida mínimamente decentes (acceso al agua, saneamiento y hospitales de campaña).

5.El Ministerio de Defensa, que no ha sido consultado y que está a cargo de un coronel de 80 años, dificulta el proceso.

6.Como las "filántropas y civilizadas" normas prohíben financiar a un ejército con fondos de cooperación (ya existen otros fondos para hacerlo), el proyecto se camufla a través de la ayuda a las familias que dependen de las brigadas.

7. El proyecto termina como un parche más en esta rueda pinchada a la que llamamos mundo.

Como el coche estaba ocupado por los expertos de más caché (en todos los lados hay jerarquías y yo soy el último mono), me ha tocado ir andando a un par de reuniones. Hacía tres semanas que no llovía en Kinshasa, y hoy ha caído lo más grande. Me he calado hasta las trancas. A cada 100 metros, me paraba en algún soportal para resguardarme y observaba el transcurrir de la cotidianeidad congoleña.

He empezado a asimilar las cosas de otro modo: los pensamientos nihilistas de ayer se han ido entremezclando con una sensación un poco más sosegada. He estado charlando con varios locales y he empezado a ubicarme un poquito más en este curioso punto del planeta.

De vuelta al albergue, he cenado pollo, arroz, plátano frito y piña, y he visto el baño del Arsenal al Oporto junto a un compi sudafricano que se bebía las birras como agua. A la media hora se nos ha unido el camarero, que animaba al Oporto sin ningún convencimiento.

Me voy al catre.

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