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22 mar 2012

Demonización del Islam

Una chica de 15 años. Un cabrón de 20. Él la conoce, la desea. Un día, fuerza un encuentro cuando vuelve de coger agua en el pozo. Y la viola.

Abida (o Eva) vuelve a casa. Agredida, no sabe cómo expresar lo que siente. Su indefensión, su vulnerabilidad, estalla al fin tras un par de días. Su madre le pregunta: "¿Qué te pasa?" Y ella llora. Al fin logra expresar su amargura en el lenguaje universal .

Poco a poco reúne el coraje. Lo cuenta todo: "Ahmed (o José), el hijo de Fátima (o la Pilarica), me violó en el camino del Pozo Hondo. La madre escucha. Se muerde los labios hasta saborear el amargo rojo. Su niña...

La madre medita. Dócil pero firme, habla con su marido, el pater familias. De puertas hacia fuera él habla, manda, impone su tradicional gallardía. Los valientes vengan. Los cobardes piensan. En el pueblo son pocos. Se conocen todos.

Al día siguiente visitan a Mohamed (o Eulalio), el Juez de Paz de la aldea. Escucha cariacontecido el relato de boca del padre. La hija se ha quedado en casa y la madre, de vez en cuando, intenta añadir algún dato.

Eulalio (o Mohamed) medita. Animalillo él, educado en la tradición, piensa en sus ancestros, en la paz social, incluso en la pobre Abida (o Eva). "Si esto se sabe en el pueblo, nadie querrá casarse con ella". Al día siguiente convoca a ambas familias y propone: "Este hecho es muy grave". "Lo mejor para todos es que esto no trascienda. Y que Abida (o Eva) y José (o Ahmed) se casen. Con el tiempo serán felices y darán hijos fuertes para sembrar la tierra".

Hay dudas, miradas al suelo. Fatima contiene sus lágrimas. Derrocha por dentro tristeza, que acaso es rabia. Su marido, cobarde, vasallo, baja la cabeza. En cambio, la familia de Mohamed (o José) acepta sin pensar.

Al final, el honor, vacía y proclamada palabra, prevalece. El "bien común", asesino del débil, baña en pesadillas el alma de Eva (o Abida). Y tras meses de penumbra, ya no aguanta más. El matarratas del zoco es suficiente para acabar con todo. Otras aguantan estoicas. Otras escaparán y buscarán mejor suerte. Por los siglos de los siglos.

Esta historia ha pasado hace unos días en un pueblo marroquí. Pasó hace no muchos años en mil pueblos de España. Y, tristemente, seguirá pasando en muchos puntos del planeta con falta de desarrollo, de educación, de justicia basada en derechos inherentes al ser humano. Musulmanes, católicos, budistas, hinduistas, taoístas, animistas...