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28 abr 2011

Una noche especial

Esta noche no es una noche cualquiera aunque siga su rutina al pie de la letra. El pijama le espera planchado en el primer cajón de la cómoda, en la cocina un vaso de leche caliente con miel de la Alcarria le asienta el estómago y las sábanas huelen a suavizante y a campo. Su mujer, ajadamente atractiva, duerme pegada al extremo del inmenso colchón de látex.

Normalmente cae agotado tras un pequeño reseteo mental. Todo controlado, con el ego bien instalado. Quizás, una pequeña sensación de intranquilidad ante acontecimientos menores. Nada grave, nada que invada el merecido descanso del emprendedor incansable, del hombre hecho a sí mismo.

Acostumbrado a lidiar con decisiones estratégicas, con la creación de músculo en vez de grasa, con personitas que son números, con sus bonus y con su prestigio, esta noche el sueño se le escapa por la tarima flotante. Normalmente se relaja pensando en sus domingos en la finca, en las palmadas en la espalda, en las comidas de polla de los que le rodean. Lo que más le gusta es sentarse en su trono y acariciar a su perro mientras observa cómo sus nietos corretean alegremente por su emporio. Pero esta noche es diferente.

Con el amanecer, se sienta en su sillón favorito y bebe un café bien cargado. Solo, sin azúcar. Ante sus ojos, un ventanal con vistas al campo. A su espalda, un cuadro pretencioso. Biblioteca de primeras ediciones a la izquierda y un mueble bar de madera de cedro a la derecha.

Al fin llega la llamada de su acólito. Y con ella, el orgasmo puro en la bata de terciopelo que le regaló su hija. Todo este esfuerzo ha merecido la pena. La noticia ya es oficial. El lobby ha hablado, y con él, el mundo. Otro triunfo, otro escaloncito más en su cruzada hacia el Olimpo. Muchas horas para que su empresa ascienda varios puestos en el ránking de la publicación más influyente.

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