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23 mar 2011

Camuflados

Quizás sea nuestra naturaleza. Humanos luchando con uñas y dientes ante la idea de no ser animales. Conscientes de nuestra supremacía, de nuestra inteligencia, nos olvidamos de que en el fondo nos regimos por dos principios básicos: supervivencia y perpetuidad.

Lo innegable es que somos seres sociales. Y en nuestro mundo, a base de hostias hemos venido generando conceptos que han ido encajando en nuestra humanidad como la horma de nuestro zapato. Así, tenemos claro que la forma más razonable de estar es la democracia, la libertad y la dignidad.

No quiero que se me entienda mal. Como individuo, sé que soy un privilegiado. Me considero un tipo que vive de puta madre y que mañana hará lo que le salga de la punta de la polla. No tendré más desvelos que los que me marque mi aburrimiento.

Pero si me sumerjo en la marabunta, como un ser social que ocupa un espacio en este planeta, miro hacia arriba y no veo más que nombres, individualidades. Nos venden que el capitalismo es libertad, que es la oportunidad para todos. Me pongo a analizar cómo funciona el mundo y no veo más que monopolios y duopolios, si acaso oligopolios. Y cada vez que el suelo tiembla con una crisis, el pez más grande engulle al más pequeño y el pequeño, si no abre el culo, muere engullido.

Si me planteo un ejercicio práctico y analizo quién manda, no me salen más que nombres, decisiones tomadas en una mesa redonda. Bush, Zapatero, Rajoy, Obama, Berlusconi, Gadafi, Bin Laden, Botín, Coca-Cola, mis viejos, Nike, Endesa, mi jefe, el alcalde. Liderazgo, machos con plumas y cortejos.

Y me veo aquí, pensando en mi cubículo. Igual es que tengo la necesidad de identificar a un culpable. O igual es que nuestra naturaleza no da más de si, y nuestra inteligencia no es más que un camuflaje de nuestros instintos animales.










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