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14 dic 2011

Punto y seguido

En unas horas el peruano bajito me llevará al aeropuerto. Tengo varias cartas que me ha dejado el viejete del Bierzo para que se las envíe desde España, junto a unas cuartillas con el siguiente título: Duchas para Dakar. No sé si quiere que las reparta en el Metro. Si las nuevas experiencias tuvieran volumen, los de Royal Air Maroc se iban a forrar con el sobrepeso. Aunque la pérdida de algún prejuicio contrarrestará un tanto el peso de mi bullente cabecita.

El lunes fue un día curioso. Había organizado un taller de participación en el que había invitado a bastante gente de variado pelaje: profesores/as de Educación Física, entrenadores de fútbol, directores de escuela, jóvenes, padres, etc. Al final vinieron 10 personas, número suficiente para poder intercambiar ideas y escuchar propuestas interesantes. Antes, en una de esas casualidades que brinda el destino, Anita (súper-colega) había aterrizado en Dakar por temas de curro. Así que quedamos para comer en un restaurante de comida Guineana recomendado por la "Loli Planet", aunque realmente la carta parecía una guía de las páginas amarillas (ofrecían hasta paella valenciana).

¿Qué hacer si vas a sacar panoja y te encuentras 80 pavos? ¿Los coges, los devuelves al banco o los dejas? Porque eso fue lo que nos pasó al ir al cajero. Tras un breve debate con bastante querencia hacia la primera opción, cogimos la pasta y nos ahuecamos. Los argumentos a nuestro favor fueron dos:
1. Será un blanco porque tiene tarjeta de crédito y se ha dejado aquí la pasta. No la necesita.
2. Si se la damos al menda del banco se la va a echar a la buchaca.
Conclusión: nos la quedamos nosotros y fortalecemos la economía local pegándonos un buen cenote y dando algo de pasta a la asociación de chicos de la calle.

Ayer tuve una reunión con ese ente denominado OTC (Oficina Técnica de Cooperación) de España en Senegal, más que nada para que me vieran el careto, porque información, lo que se dice información, no suelen dar demasiada. Una tipa valenciana con flequillo moderno me prometió que me pondría en contacto con varias ONG´s que trabajan en el tema de educación (ningún mail hasta ahora). Después me pillé un teco, negocié a cara de perro con el taxista (no lo puedo evitar) y me dirigí al hotel de Ana, un lugar de ensueño que hace olvidar la miseria circundante, con piscina olímpica, playa privada y hordas de gabachos viejunos. Me tome un par de birras esperando que Anita terminara su jornada y cenamos ricamente, charlando del mundo y de cómo arreglarlo.

Hoy he aprendido bastante. Tras la siempre cansina tarea de pedir cartas de apoyo, después de comer me he ido a un centro de niños de la calle. Un grupo de senegaleses jóvenes, con los cojones como el caballo de Espartero, constituyó una asociación hace varios años y actualmente acoge y educa a más de 30 niños de diferentes edades. Les han sacado literalmente de la calle. Echados a patadas de sus casas, adictos al pegamento para matar el hambre, delincuentes por supervivencia y víctimas de toda suerte de violencia, su dura realidad hace que nuestros problemas no merezcan siquiera llamarse de tal modo. Hemos compartido buenas ideas para currar juntos: formaciones para los monitores, actividades socio-educativas para los chavales e inserción laboral para los mayores que han seguido estudiando.

Como suele ser habitual cuando se acerca el viaje de vuelta, los últimos días han pasado volando. Algo más de dos semanas han necesitado mis sentidos para convertir el tiempo y el espacio en rutina. Espero volver a este país para quedarme. Sea lo que sea, puedo decir bien alto que ya me tienen entregado a su causa, a su gente y, como no, a su selección de fútbol. Allez les lyons!!!!!!!!!!!

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