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17 may 2011

Carrera profesional

"Cuando se despertó, no recordaba nada de la noche anterior". Donde habita el olvido. Joaquín Sabina.

En cambio, guardaba una imagen vivaz del primer día que entró por las grandes puertas de la sede del partido. Tenía 19 años y un saco lleno de ganas de cambiar el mundo.

Desde el colegio había demostrado una clara tendencia por hablar a los demás, por imponer de forma constructiva sus criterios, por presentarse a delegado en clase, o por ser el capitán del equipo de fútbol. Un potencial líder que comenzó a participar activamente en las Juventudes de su partido, que fue entrando poco a poco en la Delegación, y finalmente, en el Comité ejecutivo de su municipio.

Para entonces había empezado a descubrir la punta del iceberg, aunque aún no lo sabía. La vorágine del día a día empezaba a enturbiar su verdadero oficio pero los valores renunciados todavía eran pequeños, abordables, como neuronas perdidas tras una leve borrachera.

El tiempo pasó y el oficio de político fue su único sustento. Concejal, luego alcalde, lo hizo bien según el único criterio de evaluación utilizado en esta curiosa profesión: seguía ganando fácilmente las elecciones de su ciudad.

Cuando se despertó, sabía muchas cosas. Sabía que para llegar al poder, hay que pactar con algunos, pedir favores a otros, tener un enemigo claro y mentir a unos cuantos más. Y una vez alcanzado, hay que cumplir los pactos, devolver los favores, seguir machacando al enemigo y seguir mintiendo. Y también sabía que pronto sería nombrado candidato oficial para la presidencia del Gobierno.

En cambio, se le había olvidado la naturaleza de su oficio y el fin para el que lo ejercía. Algo, por otro lado, totalmente necesario si quieres llegar al poder.



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