"Haré lo que tenga que hacer, cueste lo que cueste y cueste lo que me cueste" José Luis Rguez. Zapatero (2010)
"Haré lo que tenga que hacer" Mariano Rajoy (2011)
Buen momento para pararse a pensar. Con Rajoy deshojando la margarita de los ministrables y los prebostes del PSOE con el campo libre para desmarcarse de la gestión pasada y ganar adeptos, el campo está abonado para el debate superficial de contertulios en nómina y de parroquianos de bar.
Buen momento también por la coyuntura, o más bien por la estructura de crisis que gobierna nuestro día a día, que hace levantar algunos espíritus críticos con respecto al funcionamiento del sistema y de la pérdida de principios democráticos.
Hace algún tiempo que los partidos políticos se han convertido en estructuras anquilosadas de poder vertical, en donde sus líderes, que son traicionados por el subconsciente, emplean a menudo la primera persona del singular en sus discursos. El mandato parlamentario tan proclamado en la Constitución viene cediendo ante la disciplina de partido, que más bien cabría definir como "la voluntad del Presidente".
Caso especialmente lacerante el del PSOE, que tras el mayor batacazo de su historia, no admite unas primarias y plantea su refundación de fachada a través de un Congreso de "avalados". Y es que en casa del herrero, cuchillo de palo.
Los Obamas, Sarkos, Merkels y demás se llenan la boca de magnánimas palabras en defensa de la democracia, recibiendo llamadas y presiones desde la nebulosa que dictan nuestros futuros, pero gozando de poder absoluto en el seno de sus partidos políticos.
Este personalismo, que facilita el titular, es tan incongruente con el sistema democrático como asumido en el lenguaje mediático y cotidiano. Y es que quizás, es tan de nuestro día a día, tan "natural", que no le prestamos demasiada atención.
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