Cae el sol tropical y el mar, a unos 500 metros, trae la brisa del Atlántico. La temperatura es idónea durante todas las horas del día en esta época, y aunque el sol pique no hay más que buscar una sombra para escapar de las altas temperaturas.
El centro de los Salesianos se levanta en medio de un barrio de las afueras de Dakar, cerca del aeropuerto. Es una construcción sencilla de tres plantas, con varias salas polivalentes, cocina, comedor, una gran habitación que hace las veces de iglesia y unas cuantas habitaciones. Hay tres campos de fútbol hechos con arena de playa y un pequeño campo de baloncesto desigualmente asfaltado.
Desde una de las salas, el coro ensaya cantos gregorianos que entran por el balcón, combatiendo en armonía la llamada al rezo del mohecín. Mi cuarto es sencillo, como todo en este lugar. Una cama con mosquitera, una mesa, una silla y un armario. También tengo un baño completo, aunque hasta ahora no he podido darle un uso adecuado ante la falta de agua corriente. Por lo que me cuentan, los cortes de agua en Dakar son frecuentes, sobre todo en esta zona de la ciudad, aunque esta vez están durando demasiado.
La acogida por parte de estos curas con los pies bien enraizados en la tierra ha sido excelente. Un peruano bajito y un viejillo del Bierzo regentan el centro, apoyados por un doble de Paco Martínez Soria que conserva el acento maño aunque lleve 30 años en África. Mamá Mari Anne nos cocina unos platos excelentes. Pascal, un senegalés encantador que se encarga de la escuela de fútbol y George, un congoleño que escapó de la guerra y que se encarga del mantenimiento, completan el grupo de habitantes del centro.
La jornada comienza temprano. Se desayuna a las 8, y cada hormiguita se dispone a iniciar sus quehaceres diarios, que son muchos y variados. Yo, respetuoso, admirado y ateo invitado, también me pongo al tajo. Hoy me he ido con Pascal en la moto a visitar todos los colegios del barrio para hablar con los directores. Ha sido un primer contacto, para ver si están motivados para participar en el proyecto. Ya iremos definiendo entre todos, a través de un taller de participación, las acciones que se pueden realizar.
También comemos pronto, alrededor de la 1. Una sopa de verduras y un arroz senegalés, con ternera, especias y verduras han llenado mi estómago. La siesta ha sido breve pero intensa. Pronto he sido despertado por el ruido de afuera. Pequeñajos que no tienen jerarquía ni fuerza para jugar al fútbol recogen palos y bidones y se pasan la tarde tocando rítmicamente. Los campos de fútbol se llenan de niños de diferentes edades, que juegan descalzos con camisetas roídas de Messi, Ronaldo, Drogba, Kaká e Iniesta, entre otros, apurando las jugadas hasta el último rayo de luz.
Divertido observar, interactuar a través del lenguaje universal que aporta un balón. Y sobre todo, aprender, captar ideas para proponer. Mucha vida sobra por aquí. A ver cómo le sacamos partido!
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