Las portadas de los periódicos bullen. Mes de julio convulso: un rubio loco golpea en el corazón de la felicidad, una yonky talentosa muere en la flor de la vida y ese ente llamado Mercado sigue acechando como una alimaña.
Y haciéndose un hueco en la actualidad, como una estrella fugaz entre conversaciones de bar, se cuela entre Neymars, Kunes y Tiagos, la inclemente sequía que golpea el Cuerno de África.
La alerta ha saltado. De repente, como el que no quiere la cosa, los periódicos publican la manida foto de un niño desnutrido. Las abuelas lloran, los artistas sensibilizan a la población con sus tuiters y los telediarios dedican un par de minutos al desastre.
¿Qué pasa en Somalia? ¿Acaso no llueve? ¿Acaso los musulmanes radicales terroristas que tienen vínculos con Al Qaeda no dejan que los salvadores de la ONU repartan comida?
Que cada uno lea, que información hay para hartarse en la red. Y si corresponde, que reflexione y juzgue. En mi humilde espacio, yo me quedo a gusto. Otro laboratorio más, un territorio fragmentado en clanes, emputecido por los Imperios Coloniales y después, tras su falsa independencia, ajedrez de la URSS y de Estados Unidos. Algunos capaces de sembrar un estado como Puntlandia o Somalilandia en el norte, otros en guerra desde que tienen uso de razón, en el sur.
El hambre mata rápido y levanta las carnes de nuestras civilizadas conciencias. Los niños piratas, la impunidad, los estados intervenidos por los de siempre, repartos de escuadra y cartabón. Intereses secretos de nuestro mundo que pasan de puntillas sin pedir números de cuenta, sin levantar la empatía de nadie. Y de repente, sequía, hambre, malos y buenos.
Y mientras, desde hace décadas, gente que muere, que malvive, que mata. Puto mundo de mierda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario