"Compañeros de historia, teniendo en cuenta lo implacable que debe ser la verdad, quisiera preguntar"
Desde esas fechas, los acontecimientos se suceden de forma precipitada. En el mes de abril, en la conocida invasión de Bahía de Cochinos (o de Playa Girón), tropas mercenarias anticastristas, entrenadas, financiadas y dirigidas por la CIA, intentan invadir Cuba, con el propósito de formar un gobierno provisional y buscar el apoyo de la OEA y el reconocimiento de la comunidad internacional. La acción acaba en fracaso en menos de 72 horas y la mayoría de los combatientes son capturados por el ejército cubano y las Milicias Nacionales.
Tras este estrepitoso fracaso, los benefactores yanquis, cada vez más acojonados ante la alianza de la isla con la URSS y la posible penetración del demonio comunista en el resto de Latinoamérica, no vuelven a subestimar a su enemigo.
Y en plena planificación de la Operación Mangosta, un plan secundado por nuestro demócrata y denostado Kennedy, que implementa medidas militares y económicas que pretenden acabar sin ambages con la Revolución cubana (http://www.terrorfileonline.org/es/index.php/Operaci%C3%B3n_Mangosta), sucede la archiconocida crisis de los misiles. El mundo tiembla y los buenos y los malos están cada vez más marcados.
Estamos en octubre de 1962. Podría continuar, pero la base ya está escrita: un Estado legítimo, secundado por su pueblo, es constantemente agredido económica, política y militarmente por el país más poderoso del mundo.
Y Cuba, empoderada por su resistencia y defendida por los soviéticos, comienza a ganar prestigio en algunos países del continente.
Entre la muerte del Ché y el repliegue de Fidel, las reformas se acometen. Se inician campañas masivas de alfabetización, creando nuevas escuelas y universidades públicas, creciendo notablemente el número de alumnos y maestros. Se inauguran conservatorios y centros deportivos. Se implementa una red sanitaria gratuita para garantizar la asistencia a toda la población, construyendo nuevos hospitales, clínicas de atención primaria e institutos de investigaciones médicas. La nueva ley de alquileres reduce su valor en un 50%. Se otorgan créditos a largo plazo para que los inquilinos puedan comprar sus casas. Se establece la gratuidad de todos los servicios (agua, luz, gas, teléfonos, etc.) y el establecimiento de una ración de alimentos y vestimenta para cada uno de los cubanos. Una economía basada en el azúcar, el níquel y la alianza estratégica con países que suministran materias primas sustentan el gasto.
Los años pasan. Y las mejoras exponenciales son incuestionables. La historia sucede. A golpes de información sesgada, los datos hablan. La información unilateral nos marca, nos habla de exiliados, de falta de libertad de expresión, de racionamiento, de represión.
No negaré la mayor. Simplemente quiero aportar otras cosas, situar a Cuba en su contexto. Cualquiera puede comparar datos (http://hdr.undp.org/es/datos/perfiles/). ¿Qué es lo más importante? ¿Qué variables tomamos en cuenta? Si hacemos un ejercicio animal y nos ponemos en la piel de cualquier ser humano, lo primero que nos viene a la cabeza es sobrevivir, comer. Después llega el saber pensar y el que alguien nos cure cuando nos sucede algo. Vivir tranquilos es lo siguiente. Después viene todo lo demás.
Si comparamos a Cuba con cualquier país de su región, sus índices de alfabetización y de esperanza de vida son claramente superiores, incluso superan con creces a muchos países que llamaríamos desarrollados. Además, Cuba es el país de latinoamérica con menos violencia ciudadana. Pero si hablamos de derechos, y aquí hay que hilar muy fino, me surgen varias reflexiones.
La primera es que los disidentes, más o menos manipulados, pueden quejarse con razón. Con la razón que les ha proporcionado un sistema que les ha dotado de la capacidad de pensar, de ser críticos ante la situación que están viviendo. Aunque algunos de ellos, en otros países, serían llamados terroristas.
La segunda es que no hay sistema perfecto, que estamos sumergidos en un cauce de información en el que solamente nos llega lo pernicioso de un régimen, que como el nuestro, está a años luz de ser perfecto.
La tercera es que cada huelguista, cada disidente, cada héroe de nuestro demócrata occidente, lleva en sus espaldas un apoyo ante el cual el Estado cubano se defiende como buenamente puede.
Hoy la isla se abre. Su aislamiento es insostenible. Castro exhala su último aliento y el mundo, con EEUU a la cabeza, pretende conquistar la última aldea gala, el último reducto anticapitalista. Y yo vuelvo a hacer un ejercicio de abstracción. Y sinceramente digo, que si nazco pobre como las ratas, prefiero hacerlo en La Habana que en un pueblo de Idaho.
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