"Mario...qué haces aquí?", dice sorprendida. Pues ya ves, me han visitado un par de colegas que conocí en Camboya y nos hemos venido en bule para Burgos. ¡Sorpresa!.
"Hola. Me llamo Elías". "Y yo Elisa". Los roquianos han aprendido bien los protocolos de saludo en la nave. Sonrisa y dos besos. Subimos en el ascensor. Paloma me mira extrañada. Yo creo que lo está flipando un poco. "¿Por qué no me has llamado?", dice al fin. Ya me conoces. He perdido el móvil y como me acordaba de dónde vivías, hemos venido directamente para acá. Qué suerte que hayamos coincidido en el portal.
Depositamos los macutos en el salón mientras Paloma nos distribuye amablemente en su linda casita. "Dos podéis dormir en el sillón cama del salón y otro en la habitación de invitados. Había quedado para cenar con Ana, con María y con el Chiflo. Diego llega en el autobús dentro de un rato".
Con el ajetreo, había olvidado que hoy es viernes. Las pulsaciones se me elevan ante su anuncio. Salir a la calle no es muy conveniente, y si además viene Diego y no curra mañana, las probabilidades de un encontronazo con la policía se disparan.
Estamos un poco cansados. Igual nosotros nos quedamos en tu casa, respondo. "Ni hablar", dice Paloma. La hospitalidad burgalesa no va a ser fácilmente doblegada. "Podemos cenar aquí los cinco y salir luego. Seguro que os animáis. Me voy a duchar. Estate atento a la puerta, que Diego no tiene llaves."
Me acerco al portátil de Paloma y abro El País. La noticia de la pensión de Córdoba ocupa una de las portadas de la sección de última hora. "Cuatro muertos en la Pensión Los Arcos, en Córdoba. La policía ha encontrado esta tarde el cuerpo del dueño de la pensión y otros tres cadáveres aún sin identificar debido a su estado de descomposición. La policía científica está analizando el lugar de los hechos y no deja acceder a nadie al interior".
"Bueno, el ácido de la lava ha hecho su efecto y no dicen nada de lo de Obejo. Parece que de momento la policía no es prioridad 1", dice Elías. ¿Y los mercenarios de Elíseo? ¿Visteis lo mismo que yo cuando tocamos a ese tío?, pregunto. "No sé lo que viste tú. Al estar varios en contacto, y con los restos de la píldora, la intuopía se multiplica, pero cada persona tiene una sensación diferente", responde Elisa.
"Lo que está claro es que no se van a dar por vencidos. Como no sabemos lo que está pasando en la nave, lo más sensato es tomar todas las precauciones posibles. Seguro que los eliseístas han sobornado a gente con acceso a información restringida" ¿Policía? "Quizás. Vimos un nombre: Arsenio Fernández de Mesa", concluye Elías. Una rápida búsqueda en google confirma sus temores. ¡Joder, es el Director General de la Guardia Civil! Pues entonces sí que estamos jodidos, exclamo.
El timbre suena y Diego aparece en la puerta con una trenza de Almudévar bajo el brazo y su mítica dulzaina al hombro. Tras las exclamaciones de sorpresa y las presentaciones, abrimos unas cervezas y posponemos el próximo paso hasta mañana, pues poco se puede hacer a estas horas de la noche.
El baño es cuco, cuco, armonizado por distintas tonalidades de verde. El agua caliente relaja mi cuello y mi espalda, castigados por las horas de autobús y la tensión acumulada. Intento dejar la mente en blanco pero no puedo. Pienso en cómo vamos a salir de ésta, y en qué quería decir Elías. ¿Por qué están aquí los roquianos?
Continuará...
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