Esta es la historia de un gigante. Un niño que perdió los cuatro dientes de abajo en un rito de iniciación de su tribu y los dos de arriba al machacar una canasta por primera vez. Nació a las orillas del río Nilo, en el sur de Sudán. Pertenecía a la tribu de los dinka, ganaderos cuya estatura media ronda el 1.90.
Un día su vida cambió para siempre. Su primo, que estudiaba en una Universidad americana, habló de las cualidades de Manute. Y ante la insistencia de un scouter que viajó a la aldea para ficharlo, sucumbió a la tentación y viajó a Estados Unidos.
Tras un año en la Universidad, inscrito a pesar de su analfabetismo, fue elegido en el draft de la NBA. En su primer año destrozó el récord de tapones. Promedió 4,9 por partido, un registro estratosférico. Era 1985 y el "showtime" de Magic y Bird, con un joven Jordan pisando fuerte, recorría las televisiones de medio mundo. Pronto, Manute se convirtió en un reclamo publicitario. Un jugador que medía 232 centímetros y que pesaba 83 kilos, que taponaba todo lo que se acercaba al aro, y que cuando se movía, parecía que se iba a romper no podía pasar desapercibido. Los especialistas del equipo lo intentaron todo: hamburguesas, pesas, hormonas...pero Manute no engordaba. Aún así, progresaba en su juego, y aprendió a tirar triples. En su último año, metió 21 de 90 intentos.

Y entre circos y partidos, en Sudán se desató uno de los genocidios más estremecedores de la historia moderna. En la Segunda Guerra Civil sudanesa, 2 millones de civiles fueron asesinados (
http://es.wikipedia.org/wiki/Segunda_Guerra_Civil_Sudanes) y otros cuatro millones desplazados. Y su aldea no fue una excepción.
Manute, impactado por la situación, viajó en helicóptero y aterrizó en una planicie donde encontró a más de 30.000 huérfanos que llevaban semanas vagando sin rumbo con el anhelo de llegar a Uganda. Al día siguiente, tras el eco de los medios, varios helicópteros de la ONU sobrevolaban el cielo lanzando comida. Manute se había convertido en un héroe.
Pero sus huesos pronto empezaron a ceder. La artritis le retiró del baloncesto, y sus campañas publicitarias, que le habían hecho amasar una buena cantidad de dinero, se pararon de golpe. Entró en una fuerte depresión y dilapidó su fortuna. Unos dicen que en vicios, y otros pretenden engrosar su leyenda y comentan que lo donó todo a la causa de su pueblo. Lo cierto es que Manute se volcó en la reconciliación de su país. En un clima de odio y llamamiento a represalias, volvió a su aldea y retomó el cargo para el que estaba destinado, heredando el trono de su abuelo, que medía 2,39 metros. Recaudó fondos para paliar el hambre y los efectos de la guerra, ignorando el creciente deterioro de su salud. Un accidente de coche en 2004 acabó con cualquier esperanza. Cuando volvió a EEUU ya estaba sentenciado. Un extraño síndrome llenaba su cuerpo de líquidos y no tenía recursos para el tratamiento.
Murió en junio del año pasado a la edad de 47 años, 11 menos que la esperanza media de vida de sus compatriotas. Hoy Sudán sigue en guerra, algunos le recuerdan por su esperpéntica figura y por su mediocre inglés y otros ansían seguir sus pasos. Y a mí se me ha ocurrido hacerle un pequeño homenaje en forma de post.
* Si queréis ver el reportaje que me ha inspirado, entrad en COSICAS. Está muy bien aunque a veces peca de "exceso de yanquismo". Ya me entendéis...